Tu tiempo

claraymateoQue te regalen su tiempo

sin excusas, sin recelos.

Ese, ese es el regalo más bello.

Y que no te quiten el sueño

pero sí duerman contigo,

que te arranquen las dudas,

que te desnuden el miedo.

Porque el miedo sí existe,

Y yo lo tengo.

Que me ahogo en un abismo de dudas,

que se me atraganta el silencio.

Y no quiero.

Que lo bueno a veces pasa,

o eso dicen.

Que yo todavía no me lo creo.

Y que el amor no va de leer los mismos libros,

ni de escribir las mismas mierdas

que ahora llamamos poesía.

El amor no va de eso.

Y yo no lo sabía.

Y es que ha sido sin darme cuenta,

como sin querer,

como sin querer, queriendo.

Y otra vez el nudo en la garganta,

el desasosiego.

Pero que te regalen su tiempo.

Ese, ese sí es el regalo más bello.

A ratos

Diseño sin título (14)

Yo siempre confié en el destino,

pero cada vez me gustan más las casualidades.

Los encuentros fortuitos, los acordes,

el derecho a equivocarme.

O a acertar.

El amargo placer de no saber

si eres un error o una bendición,

si peco contigo o me redimo,

si tengo que darle gracias al cielo

o pedir perdón a Dios.

A mí.

A ti.

A los dos.

Y es triste la lluvia, pero no tanto

como lo es que esa lluvia caliente

que cae a chorros del cielo

esta tarde de verano

no nos esté calando la ropa, el pelo,

mientras nos besamos despacio.

O rápido.

O a ratos.

A ratos te espero,

a ratos te busco.

A ratos me busco también.

Y que sigo queriendo verte,

tocarte, besarte.

Bebernos las horas a borbotones,

desnudar el tiempo

aunque no hagamos nada,

aunque lo hagamos todo,

aunque hagamos del todo

la nada, otra vez.

Y otra vez jugamos como niños,

tú te escondes y yo corro a buscarte.

Te encuentro, me encuentras.

Nos encontramos.

Y me escondo yo,

pero de mentira, jugando.

Está bien, tú ganas.

Pero al menos dime las reglas del juego,

dime a qué jugamos,

o si el juego ha terminado.

Bueno, no.

No me digas nada.

Házmelo todo.

Felicidades, Miguel

Diseño sin título (1)Cómo podía escribir sobre el amor

si no te conocía, Miguel, si no habías nacido.

Porque en tus ojos cabe todo el mar

y el cielo entero.

Tus ojos son dos espejos,

de esos que reflejan amor y no infiernos.

Cómo podía ni siquiera imaginar

que sentiría tanta ilusión

al ver que por fin te salieron

dos dientecitos nuevos.

Que me eches, feliz, los brazos

y te abraces a mi cuello.

Cómo aplaudes cuando ves llegar

a tu madre y cómo lloras cuando sufre.

Juro que yo no he visto un amor más grande.

Cuántas fiestas le regalas a la bisa,

cómo balbuceas la palabra papá,

cómo te ríes a carcajadas con el abuelo,

cómo quieres tan fuerte a la abuela.

No les sueltes de la mano, Miguel,

ellos no lo harán nunca, de veras.

Que eres un travieso.

Y me encanta que me quites de las manos

el libro que estoy leyendo,

que quieras jugar con Tigris,

y que te arranques los calcetines

y luego me mires, riendo.

Nada cura tanto como llegar a casa

y que me des un beso.

Y es que me agarras la cara

y yo no necesito más que eso.

Que todavía no puedo creer

que haya pasado un año desde que vi,

por primera vez, aquellos pies

tan gorditos y perfectos;

aquellas manos tan largas

que sueñan con acariciar el universo.

No crezcas nunca, Miguel,

y si creces, no borres la sonrisa

que siempre surca tus ojos.

Hoy celebro que mi hermana fue valiente,

que mis padres estuvieron a su lado.

Hoy celebro la vida y tu vida,

hoy celebro que contigo soy más feliz.

Rendición

rendicionPor qué no hablamos de la rendición,

de cada lágrima caliente que abrasa mi garganta

cuando me trago las ganas de verte.

Me rendí en tus (a)brazos y hoy me rindo esperando, claudicando.

Me rindo porque eres el mensaje que no llega,

el viaje que no hicimos,

 y las sábanas de esas camas de hotel

que no nos dio tiempo a deshacer.

Se quedaron tantas poesías sin recitar,

tantas calles sin desnudar,

que perderse vestida ya no es tan triste.

Pero qué se supone que hay que hacer

cuando no se borra de tu piel su olor,

qué se hace cuándo no quieres borrarlo.

Y es que tus ojos gritaban un dolor

que nunca me contaste,

pero miraban de verdad,

y eso era más que suficiente.

Quise rendirme en tus besos,

en tus caricias y en tu pelo.

No me dejaste y ahora estoy aquí,

recordándote sin tocarte,

viéndote de lejos.

Que siempre escribo todos mis versos

a mano porque soy una romántica,

y así me va con todo,

así me va contigo.

Yo ya no sé si vivimos con miedo,

con prisa, o es que simplemente

el amor ha dejado de importar, y qué pena.

Me gustan más las comas que los puntos,

los paréntesis antes que cambiar de párrafo.

Por eso yo me rindo a medias,

yo me rindo a ratos,

me rindo pero contigo,

me rindo a tu lado.

Ay, Granada

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Granada es una acuarela azul,

y unas nubes esponjosas

que esconden su cara en Sierra Nevada

porque les da vergüenza llorar, como a mí.

Son suelos empedrados

con los que tropiezo cada tres pasos,

con los que resbalo.

Porque yo no vivo mirando al suelo,

yo vivo soñando y resbalando.

Granada es un puñado de casas blancas,

los naranjos de El Realejo

y esta pena que se me atraganta.

Pero están ellas,

y perdidas en un rincón del Sacromonte

contemplamos el vacío, calladas,

oyendo piar a los pájaros

y viendo bailar a las mariposas blancas.

Quién sufriera una y mil veces

por las cuestas imposibles

que conducen a la Alhambra,

para admirar desde allí una ciudad nevada.

Me seduce el Albayzín, sus callejuelas estrechas y destartaladas.

La calle del Beso no me gustó, no estabas.

Granada es ese Darro seco,

unos cipreses que suspiran

y aquellos versos de Lorca que aún guardo en mi memoria.

Y un cucurucho de cassata,

las tiendecillas de la Alcaicería

y ese té de canela que adormece mi garganta.

Granada son rosas de colores,

Granada es la Virgen de las Angustias

y el Cristo de los Favores.

El Paseo de los Tristes abraza nuestro deambular exhausto,

mi esperanza que no duerme ni descansa,

esas absurdas ganas de verte que me ahogan como una bocanada.

Pero Granada son ellas, mis amigas, mis confidentes,

y cuando hay una mirada no hacen falta las palabras.

Que no estoy sola, que están ellas,

y Granada nos quiere descalzas

y con el alma en llamas.

Ay, Granada,

ojalá mis ojos nunca olviden

esa paz que baña tus entrañas.

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Lo que no puedo decirte

la novia.jpgQue me perdería una y mil veces en esos ojos tristes que ya no creen en el amor porque miran al pasado

Que tus manos ásperas, grandes, son las únicas que quiero que me toquen

Que dejaría caer mi cabeza sobre tu hombro para que me contaras historias de tiempos lejanos

Que arañaría las estrellas hasta que se apagasen para quedarme a oscuras contigo

Que odiaba las sábanas arrugadas hasta que me metí en tu cama, de la que ya no puedo salir

Que ojalá tú me pensaras como yo te pienso, que no lo haces, pero a mí se me olvida cuando me das un beso

Que es una mierda vivir midiendo cada palabra, cada verbo, ahogándonos en un mar de silencios

Que no, que la vida no es eso

Que me gustaría no volver a escribirte, no sentir ganas de ti, pero que no voy a mentirme porque no hay mayor traición que engañarse a uno mismo

Que me emociono con cada nota de música, con cada verso, aunque mañana solo queden tus escombros

Que el día que deje de enamorarme, de ilusionarme, será porque estaré muerta, y yo amo la vida

Y que no voy a pedir perdón por soñar (te), aunque sea pecado, aunque sea un infierno y me abrase la pena

Que hoy solo recuerdo unas sombras en la pared, pero son la prueba de que eres real y, sobre todo, verdad

Inocencia

inocenciaLa inocencia es un vestido de algodón, blanco.

Con el aire de verano su tela regurgita, baila, y yo me dejo llevar hasta que las luces se apagan.

Es el vaho de tu primer beso, ese que apenas recuerdas.

Pero también es el beso salado y vehemente de la persona que te prometió volver y que nunca lo hizo, a pesar de que creíste que lo haría.

Eso es la inocencia.

Son los primeros pasos de un bebé que empieza a amar la vida, son sus torpes balbuceos, sus primeras palabras.

La risa de un anciano que, sentado en un banco del parque, mece a su nieta sobre sus rodillas mientras le lee un cuento.

La inocencia es comprarte un helado de chocolate justo el día que has decidido sacar del armario los pantalones amarillos. Y mancharte. Y que te dé igual.

Es cantar a pleno pulmón los grandes éxitos de los 2000 en un karaoke de mala muerte, a las 4 de la mañana, delante del tío que te gusta.

Deshojar una margarita sin formular una pregunta. Comerte sus pétalos.

Mirarte en el espejo sin complejos.

Me gusta esculpir sirenas hundiendo mis manos en la arena mojada, a pocos pasos de la orilla. Eso también es inocencia.

Es confiar en que mañana dejará de llover.

Pero lloverá, siempre llueve.

Y tú, ¿estás?

Bendita inocencia.

 

Viajar

cherry blossom

Washington DC. Foto: Instagram @cbezerraphotos

 

Viajar, eterna libertad

Traspasar fronteras, ideologías, religiones, corazones

Cada poro de tu piel se cose con hilos invisibles al imaginario del Universo

Tus sueños ya no son solo tuyos, se derraman por el cielo como si fueran polvo de estrellas

Aspirar hasta la extenuación cada nuevo olor, duchar tus pulmones con esencias exóticas

Deleitarte con sabores de otras tierras que también son tu tierra, desgajar sus texturas, navegar por sus especias

Tararear y bailar sus canciones hasta que te duelan los pies, interiorizar sus ritmos, asimilar sus acordes

Quedarte atrapada en sus bosques y ser prisionera de sus flores, de sus árboles, de su naturaleza

Aprender su lengua, deletrear sus palabras, pronunciarlas con mimo y respeto

Interesarte por su historia, por su cultura, por su literatura y por su política

Observar sus costumbres, estudiar sus rutinas

Caminar por senderos infinitos, hundir tus pies en el barro

Patear las ciudades con un impulso obsesivo, escudriñar cada callejuela, incluso sus rincones exentos de belleza

Tumbarte desnuda en la arena de una playa desierta y devorar una novela

Mezclarte con las personas de ese lugar, fusionarte con ellas, abandonar por unos minutos el tiránico “yo”

Entrar en un cine a ver una película o en un teatro a disfrutar de un espectáculo, aunque no entiendas nada

Meterte en un bar y beber lo que pida la gente

Encontrar tus puntos de unión con otros pueblos, resquebrajar las ataduras de hierro que nos encadenan a un solo país, nuestro país

Saltar al vacío sin red, de espaldas y con los ojos cerrados

Huir de la estrechez de miras y ampliar tu horizonte hasta desgastarlo

Grabar en tu mente cada momento, apuntar en una libreta las anécdotas que hagan vibrar tu corazón

No descartes ningún país, porque en cualquiera puedes hallar aquello que llevas años buscando

Roma, París, Barcelona, Madrid, Sidney, Ciudad de México, Estambul, Marrakech, San Francisco, Buenos Aires, Nueva York, Londres, El Cairo, Pekín, Tokio, Dubái

El destino da igual, la meta es trascenderse, la dirección final eres tú

VIAJAR

costa amalfitana

Costa amalfitana. Foto: Instagram @wonderful_places

 

Historia de un beso

marinero enfermera

El susurro de un tango a lo lejos. Yo me mezo, me acerco, te beso. He aguardado tanto tiempo este momento que tu beso es como los destellos de un sueño, fulgores de un mundo de fantasía. Mi estómago revolotea, burbujea, y un inquieto manojo de ilusiones me oprime el pecho y me impide respirar. Al principio es un beso furtivo, travieso, aventurero, que se lanza a explorar territorio desconocido. Parajes exóticos que me seducen y me embrujan como si de un elixir fantasmagórico se tratase. Tu lengua juega al escondite pero yo la encuentro, y no la dejo escapar nunca más. Y es entonces cuando tu lengua y la mía entran en guerra, una guerra en la que no existe la tregua, una guerra en la que ninguno queremos firmar la paz. Después vienen las caricias, una detrás de otra, y nuestros cuerpos bailan un sibilino vals hasta el amanecer.

Y, sin embargo, qué distinto fue nuestro último beso. Un beso que gritaba todas las palabras no dichas, todos los reproches, nuestros duelos más ocultos. Tal vez lo más amargo de todo es que ni siquiera fue un beso con sabor a despedida, sino que estaba disfrazado de punto seguido, cuando en realidad era el más crudo final. Quizá sea imposible recordar todos los besos que nos dimos pero, como con toda buena historia, juro recordar el primero y el último, el principio y el final.

El mar

El mar

Susurro, silabeo tu nombre en el silencio de la noche y las olas del mar lo escupen en partículas de eco. Ahora tu nombre suena extraño, distorsionado, estéreo, escéptico, distante, lejano. Tú te fuiste, pero el mar todavía esconde cada beso que nos dimos, cada caricia, cada sueño compartido. Nadamos en un océano de promesas imposibles, de palabras absurdas que hoy parecen impronunciables. El agua ha borrado tus huellas y tu chaqueta azul marino ya no está tendida en el sillón. Tus libros han desaparecido de la mesita de noche y tu taza de café no está sin fregar en la cocina. La cama es árida como un desierto y las sábanas, pulcras, están frías. Todas las noches le pregunto al mar si vas a volver y un torbellino de emociones secuestra mi cuerpo. Los resquicios de mi alma conocen la respuesta. Lágrimas ardientes escapan de mis ojos y corren a fundirse con el torrente oceánico. El mar guarda un poco de ti, de mí, de nosotros. Hoy no le preguntaré al mar si regresarás a mi lado. Hoy voy a preguntarle si seré capaz de olvidarte.